PipinWorld

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martes, 3 de mayo de 2011

Por qué no hay que odiar a Microsoft



El planteamiento que me hago es el siguiente: Microsoft ha impulsado como nadie la industria informática, a base de grandes e increíbles errores, de los que no podemos si no estar eternamente agradecidos. ¿Cómo es esto posible?

Desde el primer sistema operativo Windows hasta hoy, los agujeros de seguridad del software de Microsoft se cuentan por millares. El impacto en el usuario, probablemente nefasto, se compensa con el enorme empuje y desarrollo dado a los fabricantes de software de seguridad, ya sean antivirus, firewalls, detectores de spyware, o de troyanos. Las empresas de este sector se frotan las manos cada vez que Microsoft mete la pata. No en vano, el beneficio que genera el mercado del software de seguridad fue en el año 2008 de más de 200 millones de dólares.

Los desarrolladores de las diferentes versiones de Linux no han contribuido para nada al desarrollo de esta industria. Tampoco ha contribuido mucho Apple y su OS X. En estos sistemas operativos (y en muchos otros, naturalmente), los problemas de seguridad son poco frecuentes, y los virus especies en extinción.

Y lo mismo podemos decir de la enorme cantidad de empresas dedicadas al desarrollo de aplicaciones para suplir las increíbles deficiencias del Windows 2000, del XP, del Office y de tantos otros productos fabricados bajo el imperio de Bill Gates. Hablo de aplicaciones de limpieza del registro, optimización de la configuración, gestión del almacenamiento y de la memoria, cifrado de datos y seguridad, etc.. El abanico es amplio. Microsoft es una mina para todos ellos.

El gigante de Redmond es también el mecenas del software libre. Gracias a Microsoft y a la mala calidad de sus invenciones, la comunidad ha reaccionado e impulsado opciones de software libre mucho más eficientes y funcionales. El ejemplo más claro es el Internet Explorer: ¿existiría el Firefox si Microsoft hubiera desarrollado un navegador decente para su sistema operativo?

¿Y qué decir de los fabricantes de hardware, componentes y ordenadores? Sin duda deberían proponer la beatificación de Gates y establecer rutas de peregrinación a las oficinas centrales de Redmond como símbolo de gratitud. Cada nueva versión del Windows ha requerido más disco duro, más memoria, más CPU, más de todo, aunque al final no aportara nada realmente.

El Vista ha sido el climax del más de todo, y menos que nada. Como bien reza una popular frase de Internet, la velocidad de los ordenadores se duplica cada año, justo el tiempo que tarda Microsoft en sacar una nueva versión de su sistema operativo, para volver a la situación anterior.

Para terminar, nos queda sólo aclarar por qué los usuarios deberían amar Microsoft. Ellos no parecen obtener ningún beneficio, y son conscientes de que van a sufrir innumerables problemas. Quizá esto sea en sí mismo un aliciente: ¿en qué iba el usuario a entretenerse si todo funcionara a la primera?

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